Se afirma que el ajo es nutritivo, que combate el colesterol, favorece el sistema inmunitario, reduce la presión sanguínea, es antiinflamatorio, evita resfriados, mejora el asma, que es bueno incluso contra el cáncer. Si te han recomendado comer ajo crudo en ayunas como remedio debes saber que, salvo raras excepciones, no te hará ningún mal; pero tampoco es seguro que te vaya a librar de tus dolencias o impedir que te pongas enfermo.
De lo que no podrás librarte es de ese olor tan característico y persistente -y desagradable para los demás- que deja en el aliento. Porque para beneficiarse de la mayor parte de sus virtudes es imprescindible tomarlo crudo. Cuando alcanza una temperatura superior a 45 grados muchas de ellas desaparecen como por arte de magia.
Lo cierto es que existe toda una cultura del ajo que viene de muchas sociedades distintas y tiene miles de años de antigüedad, y son numerosos los científicos que se han dedicado a estudiarlo para corroborar si tiene tantas propiedades curativas como se cree (entre ellos el propio Pasteur).
Y aunque parece que existe una base científica para pensar que sus componentes tienen muchas propiedades, según el Centro Nacional de Salud Complementaria e Integradora de Estados Unidos, no muchas son irrefutablemente concluyentes y es preciso seguir investigando.
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Por ejemplo, explican en un artículo publicado en su web, que el Instituto Nacional del Cáncer de su país reconoce que el ajo tiene potenciales propiedades anticancerígenas. Pero no recomienda consumir suplementos de ajo como prevención del cáncer. Y menos todavía con la esperanza de curarlo.