“El tiempo pasa”… y ya sabes lo que dice el resto de la estrofa. Es inevitable, los años corren y eso se manifiesta en nuestro organismo, costumbres y hábitos.
Pero también en algo muy peculiar: en algún momento, nos parecemos tanto a nuestras madres, que terminamos hablando y actuando como ellas.
Íntima
La relación entre madre e hija es algo muy especial y de hecho, se dice que “cada hija lleva en sí a su madre”.
Antes de nacer, la madre ya es cobijo y sustento de su hija y más adelante, será su modelo de mujer. Sus enseñanzas siempre serán una guía para su salud física y emocional, ya sea en la aceptación o el rechazo.
En algunos casos, la influencia materna puede ser problemática, si el rol que ejercen es tóxico por una actitud descuidada, celosa, excesivamente controladora o represora, etc.
En ciertos momentos vitales (adolescencia, matrimonio, embarazo) el vínculo entre madre e hija se estrecha aún más, una forma de aprovechar las experiencias y enfrentar el momento que genera incertidumbre. Puede decirse que esta relación constituye la manera en que una mujer se define y se enfrenta a los demás.
En el proceso de crecimiento, puede ser que queden heridas emocionales y malentendidos, que deben resolverse en aras de una relación saludable.
Etapas
La relación madre- hija pasa por varios momentos, cada uno con sus características peculiares.
Cuando la niña tiene 5 años, su mamá es el ideal al que quiere parecerse. Usará su labial cuando le sea posible, querrá lucir sus joyas y sus zapatos de tacón, para parecerse lo más posible.
En la adolescencia, eso cambia: la mamá pasará a ser retrógrada, atrasada e ignorante de lo que pasa en el mundo. Es seguramente uno de los momentos que genera mayor tensión entre ambas.
En un momento, entre los 20 y los 30 años (puede ser un poco más” se produce normalmente un reacercamiento entre ambas y se restaura la relación, si es que acaso haya quedado con problemas desde antes.
En todos los casos, madre e hija deben entender y superar el hecho que ambas son mujeres y desde un plano de igualdad, redefinir su relación, atendiendo al momento vital de cada una.
Igualitas
Más allá de las diferencias individuales, hay un fenómeno que es bastante común: a medida que crecemos, nos parecemos a nuestras madres.
Seguramente en alguna oportunidad habrás dicho algo y te dices a ti misma: “estas son palabras de mi madre”.
Pues bien, estas son algunas de las cosas que te indican que efectivamente te estás pareciendo (cada vez más) a tu mamá.
1- Tus gustos musicales cambiaron y ahora escuchas no solo las canciones de cuando tú eras joven, sino las que oías con tu mamá porque le gustaban a ella. Te sorprendes pensando: “música era la de antes, esto es ruido”.
2 En algún momento comenzaste a tener tus propios taper y reclamas por ellos.
3- No tiras los recipientes y frascos de las cosas que compras, porque guardarás otras cosas en ellos.
4- Conoces de memoria los pasillos del supermercado, los días de oferta de frutas y verduras, carnes, etc. Prácticamente no vas a la sección de cosméticos, pero sí a la de almacén y miras cuidadosamente los envases y precios para saber cuál te conviene más.
5- En la calle, en el colectivo o en el cine te dicen “señora”. Una verdadera prueba de fuego…
6- Las filas pasaron a ser parte de tu vida y es más, las utilizas para socializar y hacer amigas.
7- En algún momento te sorprendes viendo telas para hacer una cortina, en lugar de precios de los pantalones de moda. Sacas cuentas: ¿es más barato comprar hecho o hacer?, cuando necesitas algo.
8- Te sorprendes viendo los informativos y noticieros. En algunos casos, los mismos programas que ve tu mamá.
9- Cuando sale una nueva aplicación o quieres hacer algo nuevo en Facebook o WhatsApp, le pides ayuda a un compañero más joven del trabajo o a un sobrino.
10- Las películas de amor no te hacen llorar tanto, pero sí las que abordan relaciones entre padres e hijos. También pasa con los comerciales.
11- Tienes plantas… muchas. Solo tú sabes cuidarlas.
12- Ya tienes un ahijado o ahijada o un sobrino/ sobrina con quien disfrutas pasar largos ratos.
13- El desorden y la limpieza te molestan. Retas a otras personas si dejaron destendida la cama.
14- Guardas bolsitas. “Nunca sabes cuándo la necesitarás”, te dices.
15- ¿Series? Sí, pero… prefieres las telenovelas.
16- No vas tantas veces a la peluquería, solo lo justo y necesario.
17- De la noche a la mañana y no sabes bien cómo, aprendiste a cocinar.
18- En algún momento le dices a alguien: “Dejalo nomás, mejor lo hago yo”.
19- Le dices a ti hija: “esa no es la forma de salir vestida”.
20- Siempre sales con una abrigo extra… por las dudas.
21- Escuchas muy seguido frases como: “mamá, tú no me entiendes” “mamá, no molestes”, “mamá, los tiempos han cambiado”, “mamá confía en mí”, “mamá, no me controles tanto “… sí, ya eres madre y sí, aparentemente eres igual a tu mamá.
22- Le dices a tus hijos: “cuando seas grande, entenderás por qué lo hago” o “porque yo digo”.